Fue mi diagnóstico de fibromialgia el que me motivó a encontrarme con el Yoga para mejorar el dolor crónico, y fue precisamente por la sugerencia del médico que me diagnosticó.
Podría hablar mucho sobre aspectos científicos relacionados con los beneficios del Yoga y en algún momento lo haré, pero para mí lo importante ahora es narrar mi experiencia con esta fantástica disciplina oriental y como influyó directamente en mi salud y en la de quienes he guiado.
Mis primeros pasos con el Yoga.
Inicialmente fue muy doloroso empezar a realizar los ejercicios y la preparación previos al uso de las posturas de Yoga, ni hablar de estar estática en una postura.
Esto exigía de mi concentración, calma y habilidad, en un momento en que estas variables eran realmente difíciles de sostener.
Al principio no estaba muy clara de a donde me conduciría esta decisión de empezar con las clases, solo quería encontrar algo que me ayude, y sentía que era la mejor de las opciones que tenía.
Mi idea sobre el por qué era un buen camino era muy incipiente, sin embargo, me permitió empeñarme en mi aprendizaje y sacarle el mayor provecho posible.
El tiempo fue pasando y en algún punto, lo que había empezado como la toma de clases de yoga se convirtió en todo un cambio en mi estilo de vida. Empecé a cambiar mi forma de comer, dormir, pensar y moverme.
Los efectos de practicar Yoga constantemente.
De pronto, el dolor y los malestares que tanto me abrumaron se habían terminado, dando paso a una vida mucho más tranquila y organizada, una sensación nueva sobre lo que la salud era para mí, y sobre todo la reconciliación con mi vocación de servicio como médico.
Esta vocación que había sentido desde niña se había casi apagado tras la experiencia de los años de enfermedad mientras transitaba por la facultad de medicina, y la falta de empatía, los juicios y falta de ayuda de la que fui objeto.
Lo último lo menciono porque los pacientes con fibromialgia suelen sentirse abandonados e incomprendidos, y de hecho en la mayor parte de los casos lo están. Eso hace parte de su problemática y del recrudecimiento de su sintomatología.
Pude entender que, si esto me había ayudado a mí, podría ayudar a muchas otras personas en su padecimiento. Decidí entonces formarme en Yoga Terapéutico, puse en práctica lo que aprendí y lo que había vivido ya no solo conmigo sino con otros.
En este punto, es importante hablar entonces acerca de cómo el Yoga Terapéutico para el dolor crónico se convierte en una herramienta eficaz y que se puede sostener en el tiempo.
¿Qué considerar a la hora de practicar Yoga Terapéutico?
1.- Un mentor es vital, no es cosa de seguir ejercicios de cualquier manera, es primordial que, al ser una actividad hecha buscando la salud, tengas una guía adecuada que evite que te lesiones y que realmente obtengas los beneficios esperados, sobre todo al principio.
2.- Se constante e intenta en lo posible no faltar a tus sesiones, porque de aquí surgirá el hábito que es lo que realmente hace que se sientan los cambios. Una practica esporádica no te ayudará.
3.- Ve poco a poco identificando las posturas que más tranquilidad te producen, aquellas que más te cuestan y las que no comprendes. Encontrarás puntos en común y la razón de tus dificultades o de tu éxito, es útil que lo comprendas para sostener tu práctica.
4.- No olvides que esto es parte de tu recuperación, intenta empezar y mantener a la par otros hábitos saludables.
5.- De ser necesarios implementos para facilitar tu práctica úsalos, no es bueno forzar al cuerpo y someterlo a más estrés, particularmente transitando dolor crónico. La ropa adecuada y cómoda es parte de lo que necesitas.
Hay mucho que podemos hablar sobre la fabulosa disciplina del Yoga, y los beneficios de su aplicación a la salud. Sea cual sea la idea que tengas te sugiero que lo intentes, seguramente te sorprenderá lo que encuentres en ti tras su práctica y definitivamente te ayudará con tu malestar, te lo garantizo.
Si quieres saber un poco más ve al artículo sobre “Cómo gestionar el dolor crónico a través de la práctica del Yoga Terapéutico“.